"Bienvenida al mundo Dior"

Con una sonrisa eterna y la calidez de una mejor amiga, la vendedora de Juleriaque me despidió con la frase del título y me dejó feliz como niño con juguete nuevo (o como niña con pinturitas nuevas).

El maquillaje termina de armar el look completo de una mujer. Así como un buen collar destaca una remera simple, un lindo delineado de ojos resalta el resto de nuestra indumentaria. Esto lo entendí en la adolescencia. Antes de ello, cero maquillaje y defectos de la pubertad a plena luz. Con el comienzo del galanteo y la coquetería, el maquillaje pasó a ocupar otro lugar en mi rutina y luego, con el paso de los años (¡ni tantos tampoco!), la inversión en productos de cosmética quedó totalmente justificada: los ojos esfumados, las pestañas interminables y los labios bañados en brillo definitivamente contribuyen al conjunto total.

Recuerdo que lo primero que usé fue, obviamente, maquillaje de mi mamá. Como heredé de ella el gusto por combinar los colores, crecí con una noción acertada de cómo distribuir los cosméticos por mi rostro. Confieso que entrados mis veinte abusaba bastante de la base y por momentos no sólo parecía bronceada por un reflector de cancha de fútbol sino que además manchaba toda mi ropa.

En esa época no podía invertir en grandes productos porque recién empezaba a trabajar y la verdad quería gastar en todo lo que no podía comprarme sola de adolescente: un montón de cds de música, por ejemplo. Cuando cobré mi primer sueldo saqué la cuenta de la cantidad de cds que me podía comprar en Musimundo y me sentí absolutamente millonaria.

Volviendo al make up, el primer cosmético de marca que llegó a mis manos (regalado por mi mamá y en uso) fue un lápiz delineador de ojos de Lancôme: Le Crayon Kôhl. Es tan bueno que me queda una mínima parte de lo que era y lo tengo hace más de 10 años.

Tiempo después, mi Tía me regaló un bellísimo necessaire de Estée Lauder cuyos componentes aún viven en mi cosmetiquera. Al recibir este mega pack me di cuenta que no podía seguir comprando maquillaje barato que me durara 2 semanas y que tuviera una gama de colores casi nula.

Este sábado me metí en el mundo de los cosméticos chic y descubrí a Dior. Fui en busca de una petaca de sombras y Belén, mi nueva asesora cosmética en Juleriaque, me mostró con total paciencia todas las virtudes de la marca. Sí, ya lo sé, me estaba vendiendo y por eso yo pasé a ser su mejor mejor mejor amiga durante ese ratito. Lo sé y no me importa: me sentía divine.

My new best friend me terminó convenciendo para que lleve un quinteto de sombras, una sombra individual y un gloss. Además, ya tengo una tarjetita para hacerme un tratamiento facial y un maquillaje cuando quiera. Y lo mejor de todo: recibí muestras de cremas y de perfume. Mimos y más mimos. Claro está que es lo mínimo que uno puede recibir por lo que paga pero la atmósfera creada por la mezcla de perfumes, los colores brillantes, los espejos y la sonrisa Colgate del equipo de ventas hace que mi visita por la perfumería en cuestión coronora una tarde de sábado a pura felicidad.

Si tienen ganas de hacerse un lindo regalo, aprovechar 12 cuotas sin interés y salir maquilladas y perfumadas como la más linda del barrio, les recomiendo que se den un paseo por cualquier cadena de perfumerías y vivan un momento de puro mimo y renovación.

[Como dato al pasar, chusmeando la web de Dior, descubrí que enseñan por videos como maquillarte de distintas formas según la ocasión].